
Todos tenemos a esa persona en el trabajo que nos vuelve locos. Puede ser el compañero que siempre te interrumpe, el jefe que nunca aprecia tu esfuerzo o ese miembro del equipo que parece vivir en un estado de negatividad crónica. ¿La buena noticia? Manejar a las personas difíciles es una habilidad que se puede aprender. Y hay más: desarrollarla puede aumentar tu inteligencia emocional, mejorar el ambiente de trabajo y proteger tu salud mental.
El problema de las «personas difíciles»
Las personas difíciles no son necesariamente malas. A menudo están bajo presión, tienen dificultades para manejar sus emociones o simplemente no se dan cuenta del impacto que tienen en los demás. Sin embargo, los efectos de estar con estas personas pueden ser reales: aumento del estrés, conflictos continuos y disminución de la productividad.
Un estudio de la Harvard Business School (2016) demostró que un solo «colaborador tóxico» puede costarle a la empresa más que contratar a una superestrella. ¿Por qué? Porque el impacto negativo en el clima, la motivación y la salud emocional contagia a todo el equipo.
1- Concéntrate en el comportamiento, no en la persona
Concéntrate en el comportamiento, no en la persona cuando tratas con alguien difícil, es fácil etiquetarlo: « Juan es egoísta », « Marta es insoportable », « Pablo solo sabe criticar ». Pero esta forma de pensar no hace más que alimentar el conflicto y cerrar cualquier posibilidad de diálogo. En su lugar, intenta desviar la atención de la persona hacia el comportamiento: «Juan me interrumpe a menudo durante las reuniones», «Marta ha hecho un comentario agresivo hoy», «Paolo ha criticado mi trabajo sin contexto».
Este pequeño cambio lo cambia todo. Al hablar de comportamientos concretos y específicos, estás creando un espacio para que la otra persona te escuche sin sentirse atacada. Y, lo que es más importante, estás comunicándote de forma asertiva: clara, honesta y respetuosa. Este enfoque es uno de los fundamentos de la comunicación asertiva.
2-No te involucres emocionalmente
Hay personas que parecen vivir para provocar reacciones. Son los «maestros del sarcasmo», los «dramáticos de turno» o los «maestros de la pasividad agresiva». Cuando te dejas llevar por este juego, cuando reaccionas por impulso, levantas la voz o respondes con ironía, acabas reforzando precisamente el comportamiento que querías evitar.
Aquí entra en juego una de tus herramientas más poderosas: la autorregulación emocional. Es la capacidad de hacer una pausa antes de responder, de respirar profundamente cuando sientes que la sangre te hierve y de elegir la respuesta más útil, no la más automática. Daniel Goleman, uno de los nombres de referencia en el campo de la inteligencia emocional, destaca esta competencia como esencial para quienes lideran, pero es igualmente valiosa en cualquier relación profesional. En un estudio publicado en Harvard Business Review, los equipos con líderes que demuestran autorregulación emocional mostraron niveles más bajos de tensión y conflictos internos e índices más altos de confianza mutua.
Recuerda: quien te provoca espera una reacción. Cuando respondes con equilibrio, decepcionas las expectativas y cambias la dinámica de la relación.
3- Intenta escuchar de verdad (aunque sea difícil)
Cuando alguien te enfada o te parece injusto, lo primero que se te ocurre es cerrar los oídos. Pero a menudo, el que parece «difícil» solo está tratando de decir algo que no sabe cómo expresar de otra manera: inseguridad, miedo a perder el control, sensación de no ser escuchado.
La escucha activa es una herramienta poderosa en estos casos. No significa estar de acuerdo, sino demostrar que estás tratando sinceramente de comprender. Frases como «¿Quieres explicarme mejor qué te ha preocupado?» o «Entiendo que esto te haya frustrado» pueden hacer que la otra persona se sienta más cómoda y transformar la tensión en conversación. Un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology demostró que los líderes que practican la escucha activa reducen hasta un 25 % los malentendidos dentro del equipo y aumentan la satisfacción en el trabajo.
Y si quieres aprender a aplicar esta escucha en el contexto del liderazgo o de los equipos, contrata a un profesional del sector que pueda crear una formación adecuada para tu equipo, como Enseñar inteligencia emocional a los equipos de trabajo, donde se exploran prácticas sencillas que marcan la diferencia en el clima emocional del equipo.
4-Establece límites claros (y haz que se respeten con calma)
Tratar con personas difíciles no significa que tengas que aceptarlo todo para estar tranquilo. De hecho, a menudo el verdadero problema no es la otra persona, sino la falta de límites claros. Si alguien sigue sobrepasando tus límites (con críticas constantes, comentarios ofensivos o interrupciones), es hora de decir «basta».
Establecer límites significa decir: «Te respeto, pero también me respeto a mí mismo». Y lo más importante es hacerlo con firmeza y calma, sin gritar ni justificarse demasiado.
Ejemplo: «Prefiero que me des tu opinión en privado y de forma más objetiva. Así podré escucharte mejor». Esta frase muestra conciencia de uno mismo, respeto por el otro y claridad en la comunicación: tres pilares de la inteligencia emocional en acción.
Es normal que al principio te sientas incómodo al establecer estos límites. Pero cuanto más practiques, más natural te resultará.
5- No lo tomes como algo personal (aunque lo parezca)
Imagina esto: alguien te responde de forma brusca, hace un comentario innecesario o te ignora durante una reunión. La tentación es pensar inmediatamente: «¿He hecho algo mal?», «¿Soy realmente incompetente?». Pero la verdad es que no todo tiene que ver contigo.
Las personas difíciles a menudo están luchando con sus propios conflictos (estrés, inseguridades, problemas personales) y esto se refleja en su comportamiento. Aprender a no tomarte las cosas como algo personal es una de las claves para mantener tu estabilidad emocional.
La psicóloga Susan David, de la Facultad de Medicina de Harvard, defiende precisamente esto en su trabajo sobre la agilidad emocional: reconocer lo que sientes, pero no reaccionar automáticamente. Entre sentir y actuar hay un espacio, y ahí es donde reside tu poder de elección. No estás ignorando el impacto de la situación, simplemente te niegas a dejarte arrastrar por ella.
6- Protege tu espacio emocional
Hay personas que te agotan la energía. Y por mucho que quieras ayudar, resolver o comprender, a veces la mejor estrategia es proteger tu espacio emocional. Esto puede significar cosas tan sencillas como:
- Hacer pausas entre interacciones intensas.
- Optar por no responder inmediatamente a un correo electrónico provocador.
- Reducir el tiempo que pasas con quienes te desgastan emocionalmente.
- Crear momentos del día solo para ti, para respirar, reflexionar y recuperar tu equilibrio.
- La verdad es que no siempre puedes cambiar a la otra persona, pero puedes elegir cómo
- protegerte de ella. Y esto comienza por aceptar que no tienes control sobre todo, sino solo sobre tu reacción. Este principio es la base de varias estrategias científicas de regulación emocional.
Cuándo pedir ayuda
Si el comportamiento de alguien está afectando realmente a tu salud mental o a tu rendimiento, no dudes en pedir ayuda. Esto podría significar hablar con un superior, con recursos humanos o incluso buscar apoyo psicológico.
Pedir ayuda no es una debilidad. Es profesionalidad y cuidado personal.
En resumen… tratar con personas difíciles en el trabajo es un verdadero reto, pero también una oportunidad para desarrollar tu inteligencia emocional, tu comunicación y tu resiliencia.
Empieza por no tomártelo como algo personal, establece límites claros, céntrate en el comportamiento y no en la persona. Y, sobre todo, recuerda: no todas las batallas merecen ser libradas. Saber elegir dónde invertir tu energía es, en sí mismo, un superpoder profesional.
